“Anonymous lanza el mayor ataque informático contra EEUU y la industria musical”.


El mundo ha cambiado. Parece tan obvio que dan ganas de dejar de leer. El mundo ha cambiado pero nosotros seguimos pensando como hace años, a pesar de que sabemos perfectamente que el mundo ha cambiado.

Hoy he publicado en Twitter la noticia de que EEUU chequea diariamente decenas de webs entra las que están varias redes sociales; inmediatamente mi buen amigo @jaimeroca me ha contestado: “Y…¿no es lo que hacemos todos?”. Touché, Jaume.
Y es que, aunque mi profesión cabalga entre la comunicación y las nuevas tecnologías, dónde la metamorfosis es constante, a veces olvido que el mundo ha cambiado.

Hoy la noticia más leída de El Confidencial es: “Anonymous lanza el mayor ataque informático contra EEUU y la industria musical”.

La megalomanía tiene una cura infalible: comprobar que no se es todopoderoso. Ayer se cerró el portal de descargas Megaupload, fue así como los que no quería SOPA se tomaron dos tazas. Hoy la respuesta ha afectado hasta a la web del FBI.

El mundo ha cambiado: el poder está “prorrateado” y nadie ejerce su voluntad sin más, aunque sea a golpe de Ley.

Acerca de Tudi Martín

Siempre comunicamos, incluso cuando no lo pretendemos. La comunicación lo es todo y escuchar nos hace mejores. Desde esa convicción no me canso de prestar atención a quienes tienen cosas que contar. Gracias por la visita.
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3 respuestas a “Anonymous lanza el mayor ataque informático contra EEUU y la industria musical”.

  1. @jaimeroca dijo:

    Bueno, yo creo que estamos en proceso de construcción (o moldeado) de una sociedad basada en el poder prorrateado, pero eso lleva su tiempo. Estoy de acuerdo con la opinión generalizada de que tenemos una clase política que deja bastante que desear sobre todo desde el punto de vista de rigor moral (y también desde otros). Pero hay que admitir que los demás también somos una clase ciudadana poco eficiente. Sobre todo en el uso de las herramientas de expresión (y organización) digital de que disponemos. Pero estamos en el proceso, que va a distintas velocidades (y esto tiene un coste en tiempo) y está claro que vamos avanzando. Creo que es esperable que en no mucho tiempo el poder si, estará prorrateado. De momento tenemos un gran conjunto de voces distintamente protuberantes que suenan, unas más alto, otras no tanto, pero suenan y suman. Lo que cuenta es que avanzamos.

    • Tudi Martín dijo:

      Fantástico Jaume: «Estamos en proceso»…que no es poco. Esperemos que a lo largo del proceso (que llevará su tiempo) vayamos aprendiendo que al fin y al cabo es el objetivo.
      Un abrazo y hasta cuando quieras.

  2. José Luis dijo:

    Poder, ¿qué entendemos por poder? No resulta fácil definir lo que es, y el rastrear los ámbitos en los que éste se ejerce es asi mismo tarea compleja.
    Por un lado, en el círculo más interno y próximo, podemos decir que poder se entiende como autonomía de la voluntad, como capacidad de autodeterminación. En este sentido la regla de oro de los sistemas más respetuosos con la persona viene a marcar los límites de la siguiente manera: «todo cuanto no está expresamente prohibido ha de entenderse como tácitamente permitido». Las prohibiciones, por ende, han de ser mínimas y completamente razonadas.
    Poder, en un círculo más amplio, puede concebirse como la capacidad de proyectarse hacia afuera, hacia los demás. En esta concepción ya social, entrarían de lleno las libertades de expresión, de pensamiento y creencia, así como el derecho a comunicar a los demás las ideas, las cocepciones de la sociedad y el mundo que uno mantenga tratando de suscitar adhesiones para, en su caso, presionar en la dirección deseada para transformar una realidad que creemos perfectible. Un sistema respetuoso con esta manifestación de poder sería aquel que juzga esas libertades como irrenunciables y sagradas y no sólo permite, sino que facilita su ejercicio. El recurso a compartir y convencer, es también inherente a la faceta social de todo ser humano.
    En un tercer círculo entramos de lleno en la cuestión más polémica, la que del poder hace instrumento coactivo, legitimada opción a la sanción y la fuerza para la defensa de valores, principios y normas que la sociedad ha designado como imprescindibles para el correcto funcionamiento del grupo y garantía de convivencia pacífica. Sería el que tiende al mantenimiento de las condiciones mínimas que permiten tanto el desarrollo armónico del grupo como la búsqueda del progreso y del bien común. Ni que decir tiene que esta forma de poder requiere, necesariamente, de dos requisitos: toda una serie de garantías que permitan descartar la parcialidad en su ejercicio y también, habida cuenta de su naturaleza de «último recurso» la necesidad de aplicación en casos concretos y para hechos tipificados y tasados; se trataría, en palabras sencillas, de la tipología de las conductas antijurídicas que recoge el derecho penal y en las que sin su concurrencia no existe sanción.
    Por último, y estamos ante la perversión del concepto, poder puede entenderse como capacidad de imponer, de arrastrar a los demás, de presionarles anulando tanto su voluntad como todo posible intento de defensa. Es la Ley del más fuerte, la Ley de la Selva. Su único soporte son las razones de la fuerza bruta para, desde una posición dominante o de ventaja, hacer que la realidad y la actuación de los demás se ciña a lo que un grupo desea.

    Cuatro vertientes o concepciones de «poder». Para la primera, como se ha apuntado, el único límite a de ser el consecuente y debido respeto al ejercicio que los otros también están legitimados a desarrollar, tratando de que sean compaginables y no exista conflicto en su normal y deseable ejercicio. Para la segunda, el límite está en ese respeto tanto por la verdad como por la dignidad de los otros, pero que está proscrito el vencer a base de medias verdades y/o descalificaciones. Se trataría de convencer más que vencer, de permitir el diálogo y el debate para que cada persona pueda sacar sus conclusiones y elegir. Para el tercero, el lícito e institucional, el límite lo marcan tanto las garantías que la Ley recoge como el principio de legalidad que impide la aplicación de sanciones y el recurso a la arbitrariedad. El cuarto, por último, es el hijo bastardo, la perversión del concepto, la anómala imposición de los intereses de una persona o grupo con total desprecio para la dignidad y libertades de los demás. Para éste, y es algo que éticamente no puede discutirse, está legitimada cualquier modalidad de resistencia; una resistencia que corresponde y ampara a toda persona.

    El poder, como bien se afirma, está repartido, y lo deseable es que cada vez lo esté más. Lo deseable es que pueda entenderse como facultad, libertad y acuerdo; nunca como imposición unilateral ni defensa de privilegios y posiciones de un grupo que se arroga la posesión de la verdad y el derecho a imponer su visión o sus intereses a los demás.

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