“Aeropuertos fantasma, escala a ninguna parte.”


En España se han construido aeropuertos cómo quien pone columpios en un parque, sin realizar planes de viabilidad previos, con la única intención del “pues yo más”.

Aeropuerto de Albacete.

Hoy la noticia más leída en el diario ABC es: “Aeropuertos fantasma, escala a ninguna parte.”

Varias fueron las ciudades que abrieron su chiringuito aéreo sin que nadie lo impidiera (Fomento por ejemplo) incluso cuando entre un aeropuerto y otro hubiera pocos kilómetros de distancia: pertenecían a distintas CCAA. Es así como volvía a desencadenarse la dinámica del “pues yo más”, lo de menos era que no hubiera suficientes vuelos para tantas pistas.

Ahora que el dinero falta no se puede hacer frente ni a su mantenimiento y los aeropuertos han quedado diseminados por nuestra geografía como desérticos mausoleos de la chulería nacional.

Acerca de Tudi Martín

Siempre comunicamos, incluso cuando no lo pretendemos. La comunicación lo es todo y escuchar nos hace mejores. Desde esa convicción no me canso de prestar atención a quienes tienen cosas que contar. Gracias por la visita.
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2 respuestas a “Aeropuertos fantasma, escala a ninguna parte.”

  1. Gonzalo Puyuelo Garcés dijo:

    Algunos apuntes para reflexionar:
    – Los aeropuertos fantasma son, en parte, una manifestación más de esa burbuja del opus cementicum, de la burbuja en que se sumió la construcción en general y las obras públicas con altos presupuestos (con intereses económicos inconfesables para algunos políticos) en particular.
    – También suponen, mal que nos pese, argumento y munición para quienes cargan las tintas sobre el desconcierto autonómico, que no sólo se plasma en la consabida macroburocracia, sino también en la duplicidad de organismos, funciones, infrastructuras…
    – Son, a todas luces (más bien a falta de ellas) un ejemplo de como NO se planifica ni se hacen las cosas. Es lógico pensar que tras los medios llegará la función; pero todavía lo es más el que aquellos deben ser bien diseñados, con lógica y visión de la realidad, sobre lo que pueda ser ésta. El sobredimensionar de entrada y «a ver qué pasa» es un pecado grave, imperdonable cuando se hace a costa del dinero de todos.
    – Son ahora, por decirlo llanamente, «una patata caliente». Se trata de inversiones millonarias perfectamente inútiles que están y son, cuyo mantenimiento resulta prohibitivo y requiere además de un «para qué» de difícil respuesta. Pero están, son, los hemos pagado (o estamos todavía pagando). Alguna utilidad habrá que darles, y éste no es el menor de los problemas.

    En plena Edad Media se hablaba del «mal de la piedra»; ahora, si no ponemos remedio, habrá que concluir que alguien voló demasiado alto y estamos sujetos al peligro de la paulatina y vergonzante descomposición del hormigón. Una vez más, ya que no ha habido cálculo realista, por favor: algo de imaginación y espíritu práctico es lo que nos hace falta.

  2. Antonio Sánchez Gros dijo:

    Aeropuertos fantasmas, líneas de AVE que se cancelan por falta de usuarios, proliferación de edificios multifunción que se utilizan en contadas ocasiones…
    Es sabido que, en épocas de crisis, la iniciativa pública puede ejercer de bálsamo para un tejido productivo colapsado, que genera puestos de trabajo y actúa como una especie de poderoso motor auxiliar cuando el principal de ese barco en el que todos navegamos se para. Pero no es el caso; lo que se comenta se sale del esquema. Si uno repara en la fecha en que se erigieron estas verdaderas barbaridades a escala faraónica, si busca las razones de que naciesen, no sirve la justificación apuntada: la mayoría de ellas fueron concebidas y en buena parte ejecutadas en tiempos de bonanza, luego la razón siempre ha sido otra. Es cuando uno descubre la chulería, la falta de cálculo y caución para administrar dinero que, aunque pareciese caer del cielo, aportábamos entre todos. El problema no está en las autonomías, sino en la falta de conciencia de quienes las rigen, en la total ausencia de mecanismos de coordinación y de estudios serios de necesidades y viabilidad.
    Esos aeropuertos sin vuelos, esos trenes sin pasajeros y los mil pequeños y grandes monumentos al ego de quién los mandó erigir con medios que eran de todos, deberían ser un permanente recordatorio de cómo no pueden ni deben hacerse las cosas. Pero ni siquiera estoy seguro de que puedan tener una función tan benéfica, porque en este país (o este Estado de las Autonomías) la palabra «responsabilidad» está desterrada del diccionario… o perdida.
    Por favor, si alguien la encontrase que la devuelva rápidamente, que nos está haciendo mucha falta.

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